lunes, 24 de agosto de 2009

Anticristo


Que Lars von Trier es un genio es algo demostrado hace ya bastantes años. Así que en ese sentido "Anticristo" no indica nada nuevo.

Ahora bien, como obra de arte es una maravilla. Novedosa, crítica, emocionante, genuinamente filosófica.

¿Cuantos cineastas pueden sorprender una y otra vez? Se aprecia la firma de Trier en todas sus películas, pero pocos tienen tanta imaginación. Imaginación verdadera, de la buena; no se trata de simplezas reiterativas sepultadas bajo toneladas de farfolla supuestamente imaginativa (Miyazaki, Burton, etc, por poner los ejemplos más decentes).

A diferencia del cine de género, donde Michael Mann puede repetir lo mismo varias veces sin que deje de funcionar, especialmente si tienes la suerte de no leer su nombre antes de ver la película, en el cine de autor es imprescindible la novedad. Por eso Lars von Trier es el mejor autor posible.

Por otro lado, el danés es también el más valiente y hábil desobedeciento los mandamientos progres, y saltándose la censura. Y no por mera rebeldía, sino con una complejidad y fertilidad intelectual fascinante. Los aficionados a comisarios de la ética tardaron mucho tiempo en empezar a enterarse del sentido de su obra, aunque era lógico que poco a poco algunos fuesen vislumbrándolo. Con cuentagotas, pero hoy ya son tantos los que odian al genio que se le ha llegado a abuchear en Cannes. Qué mejor homenaje, dados los motivos. Evidentemente cuando lo amaban era por mero esnobismo, en su mayoría.

Y hablando de esnobs, a cineastas-desfiladores tipo Lynch o Cronenberg no les vendría nada mal extraer una lección de "Anticristo": sí se puede hacer una obra maestra de corte tenebroso, inquietante y extraño. No posando, para empezar. Pero no aprenderán, ya que para ese tipo de gente la pose no es que sea un elemento más, sino que es incluso el objetivo principal, así que no hay nada que hacer.

Una prueba de que la civilización de democracias occidentales está en decadencia, es lo merecidos que tiene los sutiles martillazos que le propina von Trier. Él, y en buena medida sus colaboradores en Zentropa, son los artistas geniales "inmediatamente" posteriores al esplendor, inevitablemente pesimistas, como lo fueron Quevedo o Calderón de la Barca respecto al Imperio Español.
Lo que también presagia que a la muerte de aquellos, los mejores probablemente habrá que buscarlos ya en otras culturas.