miércoles, 19 de septiembre de 2007

Música española

Los estilos musicales españoles más populares, el flamenco y la copla, han venido sufriendo un paulatino y acusado bajón de calidad desde los años 50, aproximadamente, hasta ahora. Cualquiera que escuche las versiones primigenias de “Rocío” u “Ojos verdes”, por poner sólo dos ejemplos, se percata de que ya no se hacen canciones genuinamente españolas tan buenas.

Considero que esta situación se debe a dos motivos principales:


1) La absorción y adaptación de multitud de elementos de la cultura inglesa y, especialmente, la useña, que en muchos aspectos han relegado a la nuestra a un segundo plano, cuando no a la extinción. Inevitablemente muchas mentes con talento han trabajado dentro de esa “nueva” cultura, en lugar de en la “nuestra”.


2) La oposición a esa tendencia se ha caracterizado por una especie de “fanatización” respecto a lo nuestro. Igual que los movimientos anti-globalización, no han sabido y/o no han querido discernir las partes positivas y negativas de la absorción cultural, ni han vislumbrado elementos comunes entre lo nuestro y lo foráneo, unas veces por torpeza y otras por interés.

Así, de forma oficiosa se tomó y se sigue tomando cada vez más, la decisión de que todo lo que tuvieran las músicas anglosajonas y useñas, no tenía nada que ver con nuestra tradición. Un modo de discurrir de raíz eminentemente racista y esnob. E ignorante, pues no tiene en cuenta las influencias que necesariamente ha tenido que haber en siglos pasados entre las músicas de unos lugares y las de otros. Ni tampoco algo de vital importancia: la especie humana es la misma en todas partes, por lo tanto necesariamente tiene que haber importantes coincidencias entre las músicas que emocionan en todo el mundo. Sin olvidar tampoco que el grado de desarrollo también será distinto en lo musical, entre unos pueblos y otros.

De manera que, si había profusión de emocionantes melodías y armonías en los estilos musicales que llegaban y llegan desde Usa o Gran Bretaña, había que despojar de esos elementos a nuestro flamenco, y cuanto menos le quedara mejor, más elitista, más puro y “jondo”, dicen. Y si para transmitir sentimientos con mayor facilidad se cantaba con un timbre natural, entonces nuestra copla tenía que hacer grandes alardes de virtuosismo vocal, y nuestro flamenco de cáncer de garganta.

Un engaño monumental, pues esos elementos básicos designados a partir de entonces como "foráneos", también estaban antiguamente en nuestras músicas, con todas sus particularidades, pero estaban, y amputarlos ha empobrecido bastante los resultados.

En menor medida, también se han negado para nuestros estilos los adelantos técnicos que sí han aprovechado los useños y anglosajones, como la instrumentación eléctrica y electrónica. Algunos autores de mérito, como Enrique Morente, se han atrevido a romper esta regla. Pero si el rechazo que ha encontrado sólo ha venido desde algunas partes, ha sido porque no se ha atrevido a romper las otras, aún más importantes.

Algunos han aceptado la fusión con otros estilos, pero casi siempre también elitistas, afectados en gran medida por el fanatismo contra todo lo que tuviera la música “global” del momento, como el jazz, la música árabe, el rock menos accesible, etc.


Siempre ha habido excepciones y sigue habiéndolas. Pero las tendencias son esas, y sin ellas se podría imaginar la existencia de una música genuinamente española mucho más rica, desarrollada y disfrutable.


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